Finalizando nuestro viaje misionero por media Noruega, llegamos al Centro Holmen, un espacio de encuentros de la Misión Luterana Nórdica, cercano al pueblo de Lenvik y frente a la paradisiaca Isla de Senja, la segunda isla más grande del país. Al pie de un estrecho pasillo del mar de Noruega en camino a la ciudad de Tromso, rodeado de montañas cuyas crestas todavía tenían nieve, de bosques, un pequeño puerto y riquísima pesca en sus aguas calmas y transparentes, casi espejadas, por las que no paraban de pasar todo tipo de embarcaciones curiosas. El don más impresionante para alguien acostumbrado a vivir en el sur de Europa fue disfrutar del sol de medianoche en su última etapa que me hizo vivir, dos semanas de día sin fin. Aparcar el sonido de la ciudad y dedicarse a disfrutar del sonido de la naturaleza como don de Dios, es lo mejor que se puede disfrutar en este mundo.

Pero lo más grandioso se esconde tras el murmullo de esta naturaleza, la proclamación de la Palabra de Dios, que pudimos recibir en la primera carta de San Pablo a Timoteo, un repaso a la carta a los Hebreos, la vida del rey David y varios mensajes motivadores en nuestras veladas de oración para los hermanos noruegos y una reflexión en el credo de 2º Timoteo 2, 14-17 para los hispano hablantes. Nadie volvió sin el consuelo y la fortaleza del Señor para su vida tras nuestro encuentro.

Fue muy especial la relación entre los hermanos, que vinieron de muy diferentes puntos del país. Unas 300 personas pudieron disfrutar de estos días en su paso por Holmen. Pesca, juegos acuáticos, paseos en canoa, partidos de voleibol, futbol, senderismo, fueron nuestro ocio estos días, junto a una excursión en plena noche ártica a la Isla de Senja, que nuestro hermano Jan-Tore tuvo esa y otras generosidades con todos y que disfrutamos como niños. ¡Qué hermosos paisajes!

Dios quiso hablarnos recordándonos las palabras del Salmo: “¡Qué gran gozo y alegría, cuando los hermanos se aman!” la fidelidad al Evangelio en nuestras vidas, la consideración del valor de la vida de Jesucristo a nuestro favor y de la fe en Él y la proclamación del Evangelio a las personas de habla española que nos visitaban, nos hizo sentirnos útiles al Señor, conmoviendo y edificando nuestra alma hacia la acción y la vivencia comprometida con el Evangelio.

De los muchos y bonitos recuerdos de estos días, tengo que mencionar un tiempo que dedicamos al pie del mar para cantar los himnos de la iglesia y compartir testimonios de fe, que nos hicieron recordar emocionantes tiempos pasados. Alentando a vivir para el Señor a nuestros jóvenes.

¿Has venido a Holmen alguna vez? Si no lo has hecho, tienes que venir. Te esperamos, Dios mediante, al año que viene.